¿Qué hace una organización que verifica hechos cuando los hechos no son claros? ¿Y qué pasa cuando científicos de renombre no están de acuerdo sobre una política de salud pública?
A lo largo de la pandemia del COVID-19, ha habido numerosos ejemplos de momentos en que la opinión científica ha estado dividida, al menos en parte, típicamente por la falta de datos definitivos. La utilidad de las mascarillas, por ejemplo, en especial antes de que estuviera claro que las personas sin síntomas pueden propagar el coronavirus. O la necesidad de que las personas sanas reciban un refuerzo de la vacuna.
El último ejemplo ocurrió el mes pasado, cuando la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) autorizó una segunda dosis de refuerzo para las vacunas contra el COVID-19, o la cuarta dosis, de las vacunas de Pfizer/BioNTech y de Moderna para las personas mayores de 50 años de edad. La decisión fue aplaudida por algunos expertos, pero criticada por otros. A pesar de que la decisión se basó en la evidencia, los datos eran ciertamente limitados. (Para más información lea “Preguntas y respuestas sobre la segunda dosis de refuerzo de la vacuna contra el COVID-19 para las personas mayores”).
En SciCheck, pensamos que aprovecharíamos esta oportunidad para explicar cómo abordamos estas situaciones y explicar nuestro proceso.
Primero, en estos casos, no escribimos verificaciones estándares. Esas están reservadas para declaraciones realizadas por políticos y otras personas en las redes sociales que son de alguna manera inexactas o engañosas.
Sin embargo, dado lo confusos que pueden ser ciertos temas científicos para la gente, creemos que es útil analizarlos y proporcionar información precisa sobre ellos. En estos casos, y en otros donde hay poco en discusión pero la ciencia puede ser complicada, escribimos notas de preguntas y respuestas o artículos del contexto científico para compilar lo que se sabe sobre un tema en determinado momento.
A veces, estos artículos son bastante sencillos. Tome por ejemplo nuestras páginas de cada una de las tres vacunas contra el COVID-19 aprobadas o autorizadas y que continuamos actualizando con nueva información. Ahora ya tenemos muchísima información sobre las vacunas y hay un consenso muy amplio y robusto entre científicos y médicos de que las vacunas son seguras y efectivas, y que quienes son elegibles debieran obtener sus primeras dosis.
Pero la mayoría de las veces, la ciencia no es tan clara, o simplemente no tenemos suficiente información en cierto momento para dar el tipo de respuesta que el público a menudo espera de los científicos. La “ciencia”, después de todo, no es un monolito, sólido e imperturbable. Y a pasar de los conceptos errados que la gente puede traer desde la escuela secundaria, la ciencia rara vez es blanco o negro: tiene matices y es desordenada y puede ponerse complicada.
Es ahí cuando SciCheck intenta dejar en claro qué sabemos y lo que no; y si es sobre un tema controversial, por qué diferentes expertos tienen diferentes opiniones, incluso después de mirar el mismo grupo de datos. Nuestro enfoque es describir los datos subyacentes y luego dar contexto de por qué ciertos científicos lo encuentran convincente o no.
Dependiendo del tema, entrevistamos a los científicos con la experiencia más relevante o, si es un tema más amplio, recogemos puntos de vista de varios expertos, tal como hicimos en el artículo sobre el segundo refuerzo para personas mayores. En ese caso, inmunólogos, un experto en salud pública, un experto en vacunas y un geriatra practicante tenían opiniones levemente diferentes, aunque la mayoría de ellos consideró que la decisión de permitir que las personas mayores de 50 años de edad reciban una segunda dosis de refuerzo de las vacunas de ARNm era razonable, si no un poco prematura y basada en datos relativamente escasos, particularmente para las personas elegibles más jóvenes.
Como explicamos, gran parte de los datos que sustentan la autorización provienen de Israel, que permitió a las personas mayores de 60 años de edad recibir una cuarta dosis de ARNm a partir de enero. Estudios observacionales que compararon los resultados en quienes optaron por recibir otro refuerzo con quienes no lo hicieron, sugirieron que la dosis extra disminuyó aún más el riego de COVID-19 grave. Pero el doctor Paul Offit, un pediatra y experto en vacunas del Hospital de Niños de Filadelfia, no consideró que esos estudios fueran convincentes, ya que las personas que eligieron recibir el refuerzo adicional podrían haber sido más conscientes de su salud. Los estudios tampoco tuvieron un tiempo de seguimiento prolongado y no incluyeron a personas menores de 60 años de edad. Offit, quien forma parte del comité asesor de vacunas de la FDA, estaba molesto porque la agencia no realizó una reunión con el comité para revisar la evidencia antes de la autorización.
Varias otras fuentes fueron menos críticas, diciendo que la autorización le dio flexibilidad a los médicos, lo que podría ser valioso. Pero recomendaron que las personas trataran de “programar” sus dosis para cuando su riesgo individual fuera mayor, para así guardar la protección máxima que otorga el refuerzo para cuando más se necesite.
Como nosotros y otros han apuntado antes, parte de desacuerdo sobre las dosis de refuerzo se reduce al objetivo de la vacunación, y si el objetivo es prevenir la enfermedad grave o si también debiera reducir las infecciones y la enfermedad leve. Eso es relevante porque los anticuerpos neutralizantes que protegen contra la infección disminuyen en un par de meses, pero la respuesta inmunitaria más amplia que previene el COVID-19 grave es mucho más duradera. Si los expertos difieren respecto a lo que quieren que hagan las vacunas, entonces inevitablemente tendrán ideas diferentes sobre cuándo se deben implementar los refuerzos.
También es importante entender que ciencia no es lo mismo que ciencia política. Si bien la buena ciencia debe respaldar e informar las decisiones de salud pública, el centro de la promesa de Joe Biden de “seguir la ciencia”, esas decisiones muchas veces necesitan incorporar consideraciones prácticas y sicológicas sobre viabilidad y sobre cómo el público va a reaccionar y responder a esas recomendaciones. Esto puede dividir aún más a los expertos, quienes pueden tener visiones muy diferentes de lo que los estadounidenses pueden manejar en términos de mensajes comunicacionales.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y la FDA han explicado en ocasiones que esas consideraciones han dado forma a ciertas políticas. La FDA, por ejemplo, dijo que había decidido abrir la elegibilidad del refuerzo a todas las personas mayores de 50 años de edad, y no solo mayores de 60 años o aquellos con enfermedades subyacentes, porque “es menos confuso para la gente”. Esa información se entregó casi al final de una conferencia de prensa, durante una explicación de por qué la agencia no sintió que era necesario presentar la decisión ante su comité asesor de vacunas externo.
Pero demasiado a menudo, los funcionarios no hacen ni enfatizan tales reconocimientos. Lo que puede reducir la confianza pública en esas decisiones, especialmente si hay alguna evidencia que parezca estar en conflicto con la política tomada, tal como sucedió cuando los CDC decidieron en enero que las personas con COVID-19 podían terminar su cuarentena después de cinco días en lugar de 10, incluso sin un resultado negativo en una prueba de antígeno. Como escribimos, esa recomendación controversial consideró aspectos prácticos, pero hubiera sido mejor si los funcionarios hubieran sido sinceros sobre cómo y por qué llegaron a esa decisión.
La mejor parte de la ciencia, y quizás la más fundamental, es que se corrige a sí misma y siempre está evolucionando. Más que nada, la ciencia es un proceso, un método para acercarse a la verdad y para entender nuestro mundo mejor.
Por esa razón, SciCheck también trata de ser transparente y recordar a los lectores que la ciencia sobre un determinado tema puede cambiar, un mensaje importante dado el hábito de algunos de aplicar el conocimiento de hoy al pasado para criticar las recomendaciones de salud pública. Desde que publicamos nuestro artículo de los segundos refuerzos, ya hay otro estudio israelí sobre la efectividad de la cuarta dosis de ARNm publicado, aunque este no hizo que Offit cambiara de opinión.
Por otro lado, a veces eventos inconclusos o poco probables, tales como si ciertos medicamentos son efectivos contra el coronavirus, se vuelven menos probables con el tiempo a medida que se acumula evidencia en su contra, y también es relevante compartir esa información. Cuando escribimos por primera vez sobre la hidroxicloroquina, una píldora para la malaria que el expresidente Donald Trump puso de moda como tratamiento para el COVID-19, explicamos que había pocos datos para saber si funcionaba, pero dejamos abierta la posibilidad de que pudiera funcionar, y dijimos que se necesitaban ensayos clínicos controlados y aleatorizados más grandes para saber la respuesta.
Durante más de un año, seguimos escribiendo sobre la hidroxicloroquina, mientras que los políticos y otras personas hacían declaraciones infundadas sobre ella, a pesar de que más y más estudios encontraron que no ayudaba a las personas con COVID-19. Tratamos de la misma manera declaraciones similares sobre el medicamento antiparasitario ivermectina. Varios ensayos clínicos grandes no han encontrado que el medicamento sea beneficioso en el tratamiento contra el COVID-19, aunque unos pocos siguen en curso.
En lo que sí están de acuerdo los expertos, al menos los con buena reputación, es que no sabemos qué nos deparará el futuro. Como nos dijo E. John Wherry, inmunólogo de la Universidad de Pensilvania, en una entrevista reciente: “Si hay una cosa que hemos aprendido sobre esta pandemia es a ser humildes sobre el virus. Y a ser muy, muy cuidadosos al hacer predicciones”.
Este enfoque cuidadoso puede ser difícil para personas que esperan declaraciones concretas. Pero ciertamente, los científicos viven por los detalles y gran parte de la ciencia es incierta. En SciCheck, seguiremos informando sobre estos temas matizados y entregando a nuestros lectores la mejor información disponible en el momento.
Traducido por Catalina Jaramillo.
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