Ninguna de las tres vacunas contra el COVID-19 contienen tejido fetal, a pesar de persistentes afirmaciones sobre lo contrario.
En una fase temprana de desarrollo, dos de las vacunas contra el coronavirus — las vacunas de ARNm de Pfizer/BioNTech y de Moderna — fueron probadas en líneas celulares que un largo tiempo atrás fueron producidas a partir de un feto abortado. Y la vacuna de Johnson & Johnson es fabricada usando una línea celular derivada del tejido de un feto abortado.
Sin embargo, ni las células fetales ni el tejido fetal está presente en ninguna de las vacunas y no hubo nuevos abortos involucrados en hacer posible ningún aspecto de las vacunas. Varios grupos religiosos y organizaciones contra el aborto han dicho que no es moralmente objetable recibir al menos alguna de las vacunas disponibles contra el COVID-19.
La confusión sobre el rol de las células o el tejido fetal, o la inexistencia de tal, en las vacunas contra el COVID-19 ha surgido recientemente debido al juez de la Corte Suprema Clarence Thomas.
En una opinión disidente emitida el 30 de junio, Thomas se refirió a las objeciones religiosas de los demandantes en un caso sobre el mandato de vacunación contra el COVID-19 para los trabajadores de la salud en el estado de Nueva York.
“Los demandantes son 16 trabajadores de la salud que sirvieron a comunidades de Nueva York durante la pandemia del COVID-19”, escribió Thomas. “Ellos se oponen, por motivos religiosos, a todas las vacunas contra el COVID-19 disponibles porque fueron desarrolladas usando líneas celulares derivadas de niños abortados”.
Varios medios de noticias destacaron los comentarios de Thomas, y algunos sugirieron que había cometido un error factual o que estaba difundiendo desinformación sobre las vacunas. No está claro si Thomas estaba simplemente resumiendo el punto de vista de los demandantes o si estaba de acuerdo con el sentimiento.
Dejando de lado la cuestión de cuándo un feto en desarrollo debe caracterizarse como un niño, la afirmación de Thomas es correcta. Tiene cuidado en decir que fueron “desarrolladas” y no fabricadas, y no afirma que ninguna de las vacunas contenga células fetales, incluso si algunas personas erradamente quedaron con esa impresión tras su disidencia.
Pero aun así, vale la pena dar un poco de contexto para entender qué son las líneas celulares de fetos, cómo están involucradas con las vacunas contra el COVID-19, y cómo eso se compara con otras vacunas, productos médicos e investigación científica.
Las líneas celulares fetales no son tejidos de fetos
Como hemos explicado antes, las líneas celulares fetales utilizadas en las pruebas, desarrollo o producción de algunas vacunas no son lo mismo que tejido fetal, y ninguna vacuna contiene tejidos de fetos. Pero algunas vacunas, incluyendo algunas de las vacunas infantiles estándar a nivel mundial, tienen alguna conexión con células cultivadas en un laboratorio que fueron originalmente producidas utilizando células recolectadas de un embrión o un feto abortado.
Dos de las cepas más utilizadas en el desarrollo o producción de vacunas son MRC-5 y WI-38, las cuales fueron fabricadas décadas atrás a partir de tejido pulmonar extraído de dos fetos abortados diferentes en el Reino Unido y Suecia en la década de 1960. Los investigadores descubrieron que las células servían para este propósito porque eran buenas para cultivar virus que infectan a los humanos, y muchas vacunas están hechas de virus debilitados.
La vacuna de la rubéola, por ejemplo, que es parte de la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola, o MMR, todavía se fabrica hoy en día cultivando grandes cantidades de células WI-38. El virus debilitado de la vacuna contra la rubéola también se desarrolló pasando el virus en las células a una temperatura inferior a la del cuerpo humano. Esto hizo que el virus pudiera replicarse lo suficiente como para generar una inmunidad duradera a partir de la vacuna, pero no lo suficiente como para enfermar a una persona.
Otras vacunas producidas en líneas celulares fetales incluyen la contra la varicela, la hepatitis A y una de las vacunas contra la rabia. Como ha explicado el Hospital de Niños de Filadelfia, las vacunas fabricadas en líneas celulares fetales no contienen ninguna de las células porque las vacunas son purificadas.
Líneas celulares fetales y vacunas contra el COVID-19
Solo una de las vacunas contra el COVID-19 autorizadas en Estados Unidos está fabricada cultivando el virus en una línea celular fetal.
La menos usada vacuna de Johnson & Johnson, la cual utiliza un vector viral de adenovirus para comenzar la respuesta inmunitaria contra la proteína de la espícula del coronavirus, se fabrica en una línea celular de la retina de un feto conocida como PER.C6.
Según el Hospital de Niños de Filadelfia, las células provienen de células de la retina aisladas de un feto abortado en 1985. Las células fueron luego adaptadas para desarrollar vacunas de adenovirus de replicación deficiente a fines de la década de 1990.
Las vacunas de Pfizer/BioNTech y de Moderna, las cuales no contienen un virus y, en cambio, están hechas de un ARN mensajero, tienen un vínculo más tenue con las líneas celulares fetales. Ninguna de las vacunas está fabricada en dichas células, pero las dos compañías realizaron ciertos experimentos para probar sus vacunas en células HEK-293T, las cuales son utilizadas comúnmente en investigación biomédica.
Las HEK-293T son células de riñón embrionario humano, derivadas de células asiladas de un feto en 1973. No está claro si ese feto sufrió una pérdida natural o un aborto, según un folleto del departamento de salud de Dakota del Norte.
En particular, los científicos utilizaron las células HEK-293T para asegurarse de que el ARNm de la vacuna pudiera convertirse en proteínas de la espícula del SARS-CoV-2, y también utilizaron las células para crear seudovirus de SARS-CoV-2 para probar qué tan bien funcionaban los anticuerpos de animales vacunados para neutralizar el virus. Alessondra Speidel, una científica experta en biomateriales del Karolinska Institute de Suecia, le dijo a National Geographic que esas pruebas eran como una prueba de concepto, que mostraba que el diseño de ARNm funcionaba.
Como el departamento de salud de Dakota del Norte apuntó, la iglesia Católica y la Comisión de Libertad Religiosa y Ética de los Bautistas del Sur han dicho que es moralmente aceptable, dada la falta de alternativas, recibir cualquiera de las vacunas contra el COVID-19. Sin embargo, la Conferencia Estadounidense de Obispos Católicos han aconsejado elegir la vacuna con “la menor conexión con líneas celulares derivadas del aborto” si es posible. Ese grupo también ha dicho que recibir la vacuna contra el COVID-19 “debe entenderse como un acto de caridad hacia los demás miembros de nuestra comunidad” y “debe considerarse un acto de amor al prójimo y parte de nuestra responsabilidad moral para con el bien común”.
Además, incluso el Charlotte Lozier Institute, que lucha contra del aborto, considera que las vacunas de Pfizer/BioNTech y de Moderna “no son éticamente controversiales”.
Líneas celulares fetales omnipresentes en la investigación biomédica
Si bien el uso de líneas celulares provenientes de fetos en ciertas vacunas ha sido controversial durante mucho tiempo para algunas personas, vale la pena mencionar que esas células se usan comúnmente en todo tipo de investigación biomédica básica, y que ese trabajo sustenta mucho del entendimiento científico sobre la biología humana y la enfermedad.
Las líneas celulares fetales también se utilizan regularmente para identificar nuevos tratamientos para varias enfermedades y para hacer investigación en varios medicamentos comunes, incluyendo el paracetamol o Tylenol.
Varios tratamientos contra el COVID-19, como los anticuerpos monoclonales o la droga antiviral remdesivir, también fueron probados utilizando líneas celulares derivadas de fetos.
“Muchas personas no se dan cuenta de la importancia de las líneas celulares fetales para desarrollar medicamentos y vacunas que salvan vidas y de los cuales dependen a diario”, Amesh Adalja, experto en enfermedades infecciosas del Centro de Johns Hopkins para Seguridad Sanitaria, le dijo a National Geographic. “Su uso en el desarrollo de las vacunas contra el COVID-19 no es nada extraordinario o especial”.
Según una estimación, hasta el 2015, más de 10,3 millones de vidas se han salvado gracias al uso de vacunas producidas solo por células WI-38 y 4,5 mil millones de enfermedades han sido prevenidas o tratadas.
Caso de vacunación en Nueva York
El disenso de Thomas se refería a un caso presentado contra Nueva York sobre una ley estatal que exigía las vacunas contra el COVID-19 para los trabajadores de la salud y no incluía una exención religiosa.
Los empleados sostuvieron que el mandato violaba su derecho a ejercer libremente su religión y afirmaron que no podían aceptar ser inmunizados con vacunas “que fueron probadas, desarrolladas y producidas con líneas celulares fetales derivadas de abortos provocados”.
En una decisión de 6-3 en diciembre, la Corta Suprema rechazó dos solicitudes de intervención de trabajadores de la salud de Nueva York, luego de que la Corte de Apelaciones del Segundo Circuito de EE. UU. se negará a bloquear el mandato estatal de vacunación. El juez de la Corte Suprema Neil M. Gorsuch escribió una disidencia, junto con el juez Samuel A. Alito Jr.
Thomas no se sumó a la disidencia, pero dijo que hubiera estado del lado de los trabajadores de la salud y habría suspendido el mandato.
En un resumen de uno de los casos, el estado apuntó que los trabajadores de Nueva York ya estaban obligados a vacunarse contra la rubéola, para la cual tampoco existía una exención religiosa.
“Las células HEK-293, que actualmente se cultivan en un laboratorio y están a miles de generaciones de las células recolectadas de un feto en 1973, fueron utilizadas en pruebas durante la fase de investigación y desarrollo de las vacunas de Pfizer y de Moderna”, el estado escribió. “Pero el uso de líneas celulares fetales para las pruebas es común, incluso para la vacuna contra la rubéola, la cual los trabajadores de la salud de Nueva York ya están obligados a recibir”.
En el último día del término, la Corte Suprema se negó a revisar la decisión de la Corte de Apelaciones, dejando el mandato de Nueva York en pie. Fue para esta decisión que Thomas, un católico, escribió su disidencia.
Menos de una semana antes, la corte anuló Roe v. Wade, el caso que había otorgado a los estadounidenses el derecho constitucional al aborto.
Traducido por Catalina Jaramillo.
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